Relato: La invención del árbol

Érase una vez, un mundo y tiempo diferentes. En una Tierra afectada por la contaminación y amenazada por el efecto invernadero, un empresario anunció que había creado un proceso industrial por el que se podía convertir el C02 de la atmósfera en un nuevo material con múltiples usos: construcción, elaboración de utensilios, decoración, mobiliario y mil ideas más. Las plantas de procesado de este nuevo material eran autorreplicantes y alimentadas con energía solar.

La gente aplaudió su genialidad. Los científicos, empresarios y economistas de todo el mundo le concedieron reconocimientos y premios. Los gobiernos propusieron invertir millones en esa nueva industria, nadie protestó, era algo para el bien de todos, iba a hacer del mundo un lugar mejor.

Cuando se comenzó a instalar las plantas de producción todos querían ser los primeros en tener algún objeto de ese nuevo material y presumir de ello. La primera pieza, un trozo de material en bruto, llegó a subastarse por cientos de miles de dólares.

El departamento de marketing había pensado nombres comerciales, a las fábricas las llamó “árbolⓇ” y al material que producían “maderaⓇ”.

Cada vez que la gente veía un árbolⓇ se maravillaban de lo que hacía. Los políticos pagaban enormes sumas de dinero por el privilegio de tener árboles en sus ciudades y poder presumir de ello. Eran el orgullo de sus ciudadanos que se afanaban en cuidarlos y se hacían fotos con ellos. El número de árboles que tenía una ciudad llegó a ser un indicador de su nivel económico y su calidad de vida.

Los había de todas formas y tamaños, con diferentes tipos de hojas y maderas. Con tantos modelos que era fácil encontrar alguno de tu gusto y que se adaptara a casi cualquier condición climática.

Pero, el ingenio humano nunca está satisfecho, en secreto los laboratorios preparaban una versión 2.0. Una idea loca para una nueva versión, además de producir madera también daba alimentos. El departamento de marketing ya tenía pensado un nombre «frutaⓇ». La gente iba a alucinar con eso.

Relato: Nuestro peor enemigo

Ocurrió en una de esas salas oscuras, que sólo tienen una luz colgando del techo. En esas salas siempre se hablan de cosas secretas. Debajo de la luz una mesa circular, sentados alrededor de ella, en el lugar donde la luz se funde con las sombras, doce seres, puede que humanos, estaban sentados observando al resto de las sombras, nerviosos.

Una sombra se levanta, carraspea, duda, mira hacia una sombría audiencia silenciosa.

– Toda crisis es una oportunidad – Un silencio sombrío es la única respuesta que obtiene. Prosigue. – Los datos son claros. No tenemos alternativa. A consecuencia de la guerra todos los planetas habitables a varias decenas de años luz están a punto de dejar de serlo. La armas biológicas, químicas y nucleares han destruido prácticamente todas nuestras colonias y las pocas que no han destruido las han dañado de forma irreparable

Un murmullo de voces, las sombras se muestran agitadas. Una pregunta:

– ¿Y nuestros enemigos?

– Los informes dicen que se enfrentan a una situación similar. Hemos destruido sus colonias y se enfrentan a su propia extinción

Murmullos de aprobación mientras la cara del orador se pone seria

– ¡Caballeros! La situación de nuestros enemigos no afecta a la nuestra. No tenemos ningún planeta habitable ni terraformable en decenas de años luz. Esto podría ser el fin de nuestra especie.

Silencio dramático

– Nuestros científicos e ingenieros más cualificados han estado trabajando en una solución, el programa arca. Tres enormes naves con capacidad para 10000 personas cada una. Partirán en busca de nuevos planetas en un viaje que durará cientos de años. A los nuevos planeta llegarán los tataranietos de los actuales tripulantes. Esto nos da la oportunidad de crear una nueva sociedad, de enseñarles los valores correctos, de enseñarles a no cometer nuestros mismos errores.

Un voz se alza desde las sombras:

– Una duda ¿Es posible que nuestros enemigos estén pensando hacer lo mismo?

– Es probable.

– ¿Y qué pasaría si ellos llevan armas?

Las sombras cuchichean nerviosas

– ¡No podemos descartar esa opción!

– ¡No salvamos a la humanidad para ser sus esclavos!

– Podríamos reducir el número de pasajeros y subir armas a las naves

– Y dar formación militar a todos los niños.

– Exacto, prepararles por si les atacan

– ¿Y por qué esperar? ¡Podríamos dar el primer golpe!

– ¡Cierto! Podríamos llenar la naves de armas y soldados y así cogerlos por sorpresa

– ¡Serán nuestros esclavos!

En otra sala mal iluminada, muy lejos de ahí, otras sombras, puede que humanos, quizás no, tenían la misma conversación.